Y SEPTIEMBRE NUNCA LLEGÓ

martes, 8 de septiembre de 2009

TRES

Y SEPTIEMBRE NUNCA LLEGÓ

Insomnio. Vigilia. Qué molesto es tener sueño y no poder dormir, tener que cambiar nuestros sueños placenteros por pensamientos turbios que nos inquietan, nos impiden soñar y pensar con claridad. Odio las noches de insomnio, odio tener que estar despierto, sin hacer nada, tumbado en la cama, pensando en cosas totalmente absurdas. Por mi cabeza pasan todo tipo de imágenes, confusas, borrosas, nubladas. Odio ese silencio misterioso con ese inquietante 'tic-tac' de fondo; el tiempo parece no pasar, pero aún así ese molesto ruido continúa, no quiere parar: 'tic-tac,tic-tac,tic-tac...' Ahora es cuando cojo la almohada y la aprieto contra mi cara. Me empieza a faltar el aire, me cuesta respirar... Ya no oigo ese molesto ruido. Será que me habré quedado dormido. No.


Son las dos de la madrugada, no consigo conciliar el sueño. Cierro los ojos y cuento ovejitas: una, dos, tres, diez, treinta, trescientas, cuatrocientas, quinientas, seiscientas setenta y ocho malditas ovejas. Nada, no consigo dormirme. Miro el techo, hay telarañas enormes en cada esquina, mañana, o sea hoy, las limpiaré. Más tarde. Vuelvo a cerrar los ojos. No hay manera. Mi mente empieza a viajar, libre. Pienso en todo y no pienso en nada. Y de repente. ¡Zas! Una imagen de ella aparece. Está furiosa, cabreadísima. Ya me da igual, no voy a tener cargos de consciencia cada vez que bese a alguien. Ya no estamos juntos, ella fue la que me dejó, ella fue quién se largó con otro. Tengo que rehacer mi vida amorosa, ya hace un año y medio que rompimos. ¿Pero en qué estoy pensando? Si sólo me ha dado un besito de despedida. Dios, ¿pero por qué coño estoy pensando esto?, ¿por qué no podré quedarme dormido?... Pero era tan guapa, ¿qué digo? Lo es.


Se levanta, se acerca a una mecedora, dónde tiene los vaqueros que se puso el día anterior, y saca del bolsillo un papelito


—Alesha... —dice para sí mientras acaricia el trozo de hoja arrugado con el dedo—.¿Qué hago, la llamo o paso de ella? —se pregunta a sí mismo— La llamaré, ahora mismo la llamo. Espera. —mira el reloj— Más tarde, no quiero que me mande a tomar por culo —abre las persianas y se acuesta—.
 Qué bonita es la noche y qué triste es tener que contemplarla solo, sin compañía. Necesito compañía, necesito a alguien a mi lado, en esta cama desierta y espaciosa... Esta noche el cielo está iluminado, hay muchas estrellas. Una, dos, tres, cuatro... Diez, once, doce... Cuarenta, cuarenta y dos... Cincuenta... Sesenta... Creo que he contado más de dos veces una misma estrella. Joder qué sueño tengo. Seguiré contando estrellas y ovejas, no hay nada mejor que hacer.

...Dos millones ochenta dos mil quinientas sesenta y nueve ovejas. Ya son las seis y media de la madrugada. El cielo ha cambiado de color y la luna le ha cedido el paso al sol, las estrellas han desaparecido. Hay sueño pero no puedo dormir. ¿Si la llamo ahora? No. Mejor me aseo, desayuno, arreglo un poco la casa, quito esas telarañas de ahí, compro el pan, paseo al perro y la llamo. Supongo que ya serán las ocho o diez, una hora más razonable para llamar. Y si no después de comer... Una chica que da besos a desconocidos suele salir los sábados por la noche —y una imagen desagradable pasa veloz por su mente—. Naa, no la llamo, si ha salido habrá besuqueado a algún otro pringado como yo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

DOS

 Y SEPTIEMBRE NUNCA LLEGÓ

Viento. Brisa. Ésa que se agradece en días de calor como hoy, ésa que te golpea en la cara y te alborota el cabello, despeinándote poco a poco. Esa brisa que te hace cosquillas en las sienes y en la cara. Ese aire fresco que eriza tu piel, ése que te hace desaparecer por un instante, el que te hace olvidar y, a la vez, recordar momentos vividos, momentos felices y momentos realmente tristes, horribles... Difíciles de recordar, pero que, aún así, recuerdas. Y te hacen daño. Mucho. Pero ahora es hora de ser feliz, muy feliz... Es tiempo de aprovecharlo todo al máximo, es tiempo de amar. Amar como nunca, a los que están presentes en tu vida y a los que pronto llegarán.

Ahora, en el salón, puede escucharse el ruido de las llaves que giran en la cerradura de la puerta. Katy se levanta de un brinco del sofá y va corriendo a recibirlas.

—¡Ale, por fin estas aquí! —Dice con acento italiano—. ¡Ni te imaginas lo mucho que te hemos echado de menos! Aquí todo es tan aburrido sin ti... Y Allegra no es la misma, ya sabes.
—Anda, Ka no seas exagerada... A lo mejor me habréis extrañado las primeras dos semanas después de irme, tal vez el primer mes... Pero después de ese tiempo, habréis hecho vida normal, me habéis olvidado. Tranquilas, no me molesta, ¡eh! —Y ríen todas juntas, se besan, se abrazan y se cuentan sus mil y una historias, sus mil y dos momentos vividos, cada una por separado, desde el día que Alesha volvió a su casa de Londres.


Las Double Al (así es como se llaman entre ellas) van a su habitación a contarse las cosas que Ka no podía escuchar... Por muy enrollada y liberal que sea una madre, por mucha confianza que haya, siempre hay secretos, siempre hay alguna que otra anécdota que no se puede contar delante de ella. Y mientras se revelan esas pequeñas palabras inconfesables, esos secretos que nadie más podía saber, sólo ellas dos y sus corazones, se arreglan para salir esa noche, para romper Roma con sus tacones transparentes Perspex de aguja de quince centímetros y sus vestidos de noche Vena Cava y Burberry. Maquilladas como babydolls, naturales, sin exceso de base, sombra o brillo de labios, realmente estupendas.

—Oye Al, ¿no crees que me he pasado con el colorete? —Pregunta una, un poco indecisa—.
—No, ¡así estás que te cagas, tía! —Responde la otra, con absoluta sinceridad—.
—Entonces ya estoy lista.
Y cinco minutos después.
—Ya está. ¿A que estoy divine? —dice con su antiguo acento inglés—.


Las chicas se despiden de Katy y se van, contentas, felices. Por fin volvemos a estar juntas, este año será mejor que los anteriores. Viviremos cosas inimaginables, cosas que nunca hubiésemos creído posibles. Esta noche es la primera, pero será inolvidable. Y ese es el último pensamiento de Alesha antes de salir por la puerta de la sobriedad.

Ahora las chicas cogen un taxi para ir a Gilda on the beach en Fregene, una de las discotecas más V.I.P que hay cerca de Roma. El taxista, con cara de salido baboso, les manda todo tipo de indirectas, intentando llamar la atención de las chicas, por si ellas quieren cambiar de ruta e ir a su casa, seguramente vacía. O tal vez con un gato viejo y sarnoso, y fotos de su ex-mujer por todas partes... Pero ellas pasan olímpicamente de él, durante treinta-cuarenta largos minutos, y apenas le dicen el sitio a dónde quieren ir. Llegan, pagan y se bajan del coche. ¡Al fin! Entran en G.O.T.B y ahora es cuando la noche acaba de empezar. La noche es joven, así que, ¡divertíos muñecas!

Después de dos Martini Rosato y cinco Disaronno Amaretto, Allegra estaba un poco alegre, y en ese momento se le acerca un chico que se le hace conocido pero el cual no logra recordar quién es.

—Eh Alle, ¿no piensas presentarme a tú amiguita? —dice él con cara de cachondo consumado—.
—Perdona, pero ¿nos conocemos? —pregunta Allegra confusa—.
—Estás tan pedo que no recuerdas ni tu nombre... Ya que no estás en condiciones de presentarme, lo haré yo —hace ademán de girarse para saludar a Alesha, pero una mano lo abofetea en toda la cara, dejándosela roja—.
—Tal vez no esté en condiciones para recordar tu jodida cara de cerdo integral, pero si lo estoy para meter un par de hostias a maricones como tú. ¡Que te jodan... —duda un segundo y vuelve a dirigirse a él— ...Orlando! —Ahora dirigiéndose a Ale— Larguémonos de aquí, tía. Hay mucho baboso suelto —y mira a Orlando—.
—Adiós imbécil, aunque te hubieses presentado de la mejor manera posible, no me habría liado contigo jamás. ¡No me enrollo con animales! —dice Alesh mientras le hace el corte de manga—.


Salen del local. Lástima, se lo estaban pasando genial, hasta que ese aguafiestas llegó. Encienden un Marlboro Light y se lo fuman a medias, como siempre. Apenas está terminado, aún así lo tiran. Con medio cigarrillo tienen bastante, no son adictas a la nicotina, o al menos Ale. Ésta saca del bolso un paquete de chicles de menta, coge uno, se lo mete en la boca y le ofrece otro a su amiga, ésta lo coge y se lo mete en el bolsillo. Para luego —piensa—. No quiero que mi madre huela mi aliento desde su habitación —pero no sabe que un chicle no le bastará para eliminar todo el olor a tabaco y alcohol ingerido esa noche—.

—Media hora aguantando al mamarracho del taxista, para que ahora venga este otro capullo... No es nuestra noche de suerte, ¡eh!
—Sí, ¡me cago en la puta, hostia!
—Tranquila, tampoco te sulfures —ríen— habrán más discotecas y pubs por aquí cerca, ¿no?
—Hay una a veinte minutos, no es demasiado buena... Bueno, a mi no me gusta. Para eso podemos volver a Roma e ir a Goa en Via Libetta, son quince minutos más, pero creo que vale la pena.
—Como tú veas, yo no conozco esto, tú eres mi guía turística —sonríe, orgullosa de tener una amiga en Roma, una amiga tan molona y guay, y, tras este pensamiento, ríe—.
—Entonces vayamos a Goa.


Esperan, en una esquina, durante quince minutos a un taxi que parece no llegar. Por ahí pasan muchísimos coches y apenas pasan taxis ya ocupados... La mayoría de conductores las confunden con prostitutas y les gritan, se les acercan y preguntan por cuánto se venden. Ellas berrean e insultan, indignadas... Incluso uno se lleva un buen guantazo. Se cambian de sitio, se alejan de esa esquina, pero nada, no funciona, siguen pasando coches con personas dentro que las confunden con señoritas de compañía. Tal vez sea por sus vestidos demasiado cortos. No. Imposible. Una prostituta no podría permitirse un vestido como los nuestros, tampoco iría maquillada así, tan discreta...
Por fin llega el taxi. Joder, no. No puede ser, otra vez no. Y así es, sentado en el asiento del conductor, está el taxista baboso que las llevó hasta allí. ¿Ha sido coincidencia o este tío nos sigue? —dice Alesh para sí— tiene que ser pura coincidencia.


—Hola preciosas, ¿a dónde queréis que os lleve esta vez?
—A tu casa, seguro que no —dice Allegra por lo bajini—.
—¿Perdona, que has dicho, preciosa? —pregunta el conductor, que en verdad no le ha oído—.
—Que si nos puede llevar a... —dice Al dudosa— ...Goa.
—En Via Libetta —añade la otra—.
—La disco ésa tan chula que ahora está de moda, ¿no? —pregunta, intentando parecer más joven, intentando parecer molón y enrollado. Cosa que no conseguiría ni aprendiéndose todas las jergas juveniles habidas y por haber—.
—Sí —responden las dos al unísono, secas—.
—¡Pues allá vamos! —y arranca el coche de una vez, menos mal—.


Otros treinta-cuarenta minutos larguísimos, aunque esta vez no tanto como antes, parece ser que esta vez el anormal del taxista ha hecho algo bueno para la humanidad: ha cogido un atajo. Ya estamos llegando. En este viaje ha estado más callado. Menos mal, parece ser que ahora la suerte está un poco más de nuestra parte.

sábado, 5 de septiembre de 2009

UNO


Y SEPTIEMBRE NUNCA LLEGÓ.

Calor. Mucho calor. Finales de junio, se acerca el verano. Últimos exámenes. Exámenes globales para algunos, selectividad para otros... Miedo. Sobretodo para los que dejan todo para último momento. Miedo por no poder disfrutar al máximo de los próximos tres meses de libertad y olvidarse de tocar un solo libro. Felicidad, para aquellos que ya saben con certeza que van a aprobarlo todo. Por fin. Se acerca el final de las clases, el comienzo de las vacaciones más esperadas del año. Terminan algunas relaciones que ya han durado bastante, y empiezan otras que aún no han tenido la oportunidad de saber si puede llegar a funcionar.

Y allí está Alesha, en el asiento 3C de un avión con destino a Roma, aburrida, leyendo su libro favorito La princesa que creía en los cuentos de hadas y escuchando las canciones de Zero Assoluto en su nuevo ipod fucsia. Impaciente, nerviosa, feliz. Así se siente, está a punto de volver a ver a su mejor amiga, Allegra, a la que hace más de un año que no ve.

Allegra había marchado a Roma hacía ya 5 años, nada más cumplir los 13. Su madre se enamoró perdidamente de un italiano, Fabbio, que al año y medio las abandonó sin dar señales, ni motivos. Pero a pesar de todo, Katy, la madre de Alle, decidió seguir viviendo allí, ya que había conseguido un buen puesto de trabajo y un buen ático en donde poder vivir felizmente, y sin problemas, con su hija.

El avión pasa por una zona de turbulencias y el chico que esta sentado al lado de Alesha, bastante guapo, por cierto, empieza a hacer muecas de lo más raras, tiene miedo, y, sin querer, se agarra a la mano de ella. Ale se muerde el labio, intentando aguantarse la risa... No hay nada que le haga más gracia que ver a alguien asustado en un avión. Tal vez sea porque está acostumbrada a viajar desde pequeña y adora viajar, no le tiene miedo al avión, no le tiene miedo a la muerte.

Upps, lo siento –Dice el chico, un poco sonrojado–.
Ella apaga el ipod, deja de leer, dobla la punta de la página por la que va y cierra el libro.
¿Tienes miedo? –Pregunta Ale divertida–.
No, sólo que cuando se mueve el avión me entra un hormigueo en el estómago... –intenta fingir el chico– lo siento por haberte cogido de la mano.
Jajaja, –ríe– no te preocupes, chico. Aquí tienes mi mano y mi brazo para todo lo que tu quieras, para que te agarres a ellos todas las veces que te entre miedo... Quiero decir, ansiedad. Jajaja.
Que no tengo miedo –dice el chico avergonzado–, sólo que tengo ese cosquilleo en el estómago, como cuando estás en una montaña rusa.
Vale, vale... –dice ella con tono burlesco– Me llamo Alesha, pero tú ya puedes llamarme Ale. No todos los chicos se me lanzan y me cogen de la mano nada más conocerme, me gusta tu forma de ligar, chico.
Mira tú por dónde, yo me llamo Alessandro. Mis amigos me llaman Alex, tú también puedes llamarme Alex, no todas las chicas son tan divertidas y valientes como tú.
¿Valiente porque no me entra ansiedad cuando hay turbulencias? – Vuelve a reír–. Eres realmente gracioso y simpático.
No sé si tomármelo como un cumplido, pero bueno... Gracias.
No hay de qué, cielo. ¿De dónde eres, vas a Roma de vacaciones?
Bueno, podría decirse así. Soy italiano, pero marché a Londres porque me dieron una beca. Allí se vive realmente bien, alejado de todo. De la gente que te quiere, la que te quiso, la que siempre ha estado a tu lado, la que te ha fallado más de una vez, la que te ha hecho daño... Todo es mejor así cuando estás mal, es mejor estar alejado del mundo, es mejor meterte en tu propia burbuja, ¿sabes? Aunque luego a la hora de volver a Roma y tener que verlos a todos, vaya a dolerte mucho. He decidido volver para ver a mi familia, en especial a mis hermanas y a mi madre... Lo siento por ser tan pesado y contarte de repente mi vida, sin que nos conozcamos ni nada. Y bueno, tú... ¿vas de vacaciones, vuelves de ellas, vienes para quedarte o como yo?
Voy de vacaciones, pero quién sabe... A lo mejor me acaba encantando todo por allá, me enamoro de algún italiano y me quedo allí, con él y con mi mejor amiga.
¿Con tu mejor amiga?
Sí, ella vive allí, voy a verla. Hace más de un año y medio que no la veo. Su madre y ella se mudaron hace ya bastante, y desde entonces sólo nos vemos en verano.
¿Siempre vas tú a verla o ella también va a verte a ti?
Voy yo siempre a verla, su madre no le deja viajar. Ella también tiene ataques de ansiedad nada más pensar en un avión. Jajaja.
Vale, le tengo pánico al avión. No a todo el mundo le gusta morir. Lo siento, es que de pequeño me traumaticé por culpa del marido de mi tía. Y joder, he visto tantas jodidas películas.
Yo tengo mi opinión: si tienes que morirte, morirás en cualquier sitio; en la playa, en la piscina, en la bañera, en una discoteca, en un coche, en un barco. Tal vez no te mueras porque explote, puede ser porque te de un paro cardíaco, pero cuando ese día llegue, llegará. Estés donde estés. Por eso yo vivo mi vida al máximo y no me privo de nada. Si me apetece viajar, viajo. Y ya que sea lo que Dios quiera.
¿Has visto Destino Final, no? Jajaja. Me gustaría ser como tú, pensar como tú. Pero no puedo. Lástima. Y cambiando de tema. ¿Hasta cuándo estarás por aquí?
No tengo fecha, hasta cuando me aburra. Tal vez no me aburra nunca, entonces será hasta que alguien me eche de Italia. –Vuelve a reírse. En ese momento no hay nadie a su alrededor. Sólo él y ella. Vaya, ese chico le cae realmente bien, es bastante guapo, y simpático, y divertido–. Y tú, ¿hasta cuándo te quedas?

Y en ese momento se oye la voz de una azafata anunciando que están a punto de aterrizar en el Aeropuerto de Roma-Fuimicino y, recordando a aquellos que suelen desabrocharse el cinturón de seguridad, que deben volver a abrochárselo.
–No se si volveré a Londres, ya he acabado la universidad. No sé que haré con mi vida. Tal vez vaya a España o a Estados Unidos... Quién sabe.
–Vaya. Aquí tienes mi número de móvil, –dice esto mientras le entrega un papelito con su nombre y número de móvil– me has caído realmente bien, a ver si un día me llamas y quedamos donde tú quieras. Ya que tú conoces todo esto mejor que yo. –y señala la ventanilla, por la que ahora se puede ver roma en miniatura. Un montón de luces de casas y locales encendidas– Espero que me llames, así intentaré quitarte el miedo a según qué cosas.
–Para quitarme el miedo a volar, tendríamos que irnos de viaje juntos, otra vez, ¿no?
–Tal vez no me refería sólo a eso... –Dice con picardía–.

Ahora el avión aterriza y muchos pasajeros aplauden felices por haber llegado sanos y salvos. Alesha le da a Alex un beso rápido en los labios.
¿Lo ves? Hemos llegado genial, un poco de turbulencias, pero nada. ¿Qué hay mejor que un avión? Creo que después de este viajecito te gustará mucho más volar en avión.
Y ella no sabe cuánta razón tiene de ello.
Aterrizan, van a coger las maletas y se despiden. Esta vez el chico está confuso, no sabe que hacer, pero al final opta por besarla. La besa, le da un beso largo, no muy apasionado, ella le sigue el beso y se despide.
¡Adiós, espero tu llamada!
¡Y yo que me lo cojas, adiós! –y le manda un beso volado–.
Sale del aeropuerto, y allí esta ella, su mejor amiga, su hermana (aunque no sean de sangre se quieren como tal... Discuten, se reconcilian, se lo cuentan todo, sus penas, alegrías, amores, romances, rollos de verano...), la persona en la que más confía, a la que más cosas cuenta, a la que llama todos los días. La persona por la que las facturas de teléfono salen carísimas, la persona por la que daría su vida y más. Allegra. Hace más de media hora que la espera fuera, apoyada en su nuevo volkswagen azul grisáceo, pero no le importa. Allegra también daría todo por Alesha, para ella media hora de su tiempo no es nada, y más sabiendo que lo van a recuperar esa misma noche y todo el tiempo que estén juntas.